domingo, 8 de noviembre de 2015

La Batalla de Ciudad Bolívar

Juan vicente Gómez
A lo largo de su historia, la capital de la provincia de Guayana fue escenario de varias acciones de guerra, pero ninguna tan sostenida y sangrienta (cincuenta horas) como la dada por las fuerzas del gobierno castrista comandadas por el general Juan Vicente Gómez contra los últimos caudillos de la llamada “Revolución Libertadora”.
            La primera batalla que sufrieron los habitantes de esta parte del Orinoco fue la del ejército patriota comandado por los coroneles Francisco González Moreno y Francisco Javier Sola en 1812 para ocupar angostura cuyo cabildo que secundaba a la junta suprema de caracas había sido objeto de un golpe de estado por funcionarios realistas de la ciudad.
            A esta acción en la que incluso se emplearon 19 buques comandados por el Coronel Manuel Villapol, sucedieron en el tiempo las batallas de José Tadeo Monagas el 26 de mayo de 1815 en la Mesa de Angostura contra el Coronel Salvador Gorrín y la del 9 de junio del mismo año en Orocopiche contra los soldados del Capitán Antonio Puches.
            La del 18 de febrero de 1817 ejecutada por Piar y Cedeño en un frustrado intento por ocupar Angostura antes de la Batalla de San Félix y en la que perdieron 102 hombres, entre ellos, 11 oficiales.
            La del sitio de Angostura que culminó el 17 de julio de 1817  con la entrada del ejército patriota comandado por el general José Francisco Bermúdez tras la evacuación del Brigadier Miguel de la Torre.
            La batalla de los azules dada el primero de septiembre de 1871 por las fuerzas del general Adolfo Antonio Olivo, contra el Gobierno de Juan Bautista Dalla Costa hijo con saldo de 150 muertos y heridos.
            La de orocopiche y buena vista el 10 de agosto de 1892 que permitió la toma de ciudad bolívar a las fuerzas legalistas comandadas por los generales José Manuel (Mocho) Hernández y domingo sifontes y la última llamada “batalla de ciudad bolívar” el 19 de junio de 1903 como culminación de la Revolución libertadora.
            Después de la guerra de independencia y de la guerra federal, no ha habido en Venezuela otra de mayor alcance que la llamada “revolución libertadora” liderizada desde los valles aragueños por el banquero y general José Manuel Matos.
            A esta Revolución que logró  la unidad de todo el caudillaje “amarillos” y “nacionalista” venezolano contra el gobierno autocrático del General Cipriano se le atribuye un origen turbio pues en ese momento de su estallido, sobre el país pesaba una deuda internacional en constante reclamo y un conflicto entre el Gobierno y la Bermúdez Company por el cumplimiento de sus obligaciones impositivas con relación a la explotación de las minas de asfalto de Guanacoco y otros recursos naturales concesionados.
            La Bermúdez Company operaba en Venezuela desde hacia ocho años sobre la base de una concesión otorgada por el Gobierno de Guzmán Blanco al empresario norteamericano Horacio Hamilton para explotar los bosques y el asfalto del Estado de Bermúdez (Sucre-Monagas). En 1885 Hamilton traspasó la concesión a la “New York and Bermúdez Company” dedicándose esta empresa exclusivamente a la explotación del asfalto, descuidando los otros renglones contractuales al igual que sus obligaciones para con el Fisco Nacional. Frente a esta situación. Castro procedió a multar al trust del asfalto y decretar la anulación de la concesión.
            El 15 de mayo de 1902, el general Manuel Antonio Matos desembarcó por Guiria y reunió bajo su autoridad a jefes amarillos y nacionalistas seguidores del Mocho Hernández y con 12 mil hombres bien armados retó al ejército del Gobierno en Aragua comandado directamente por Castro y Gómez. El gobierno no obstante contar sólo con 6.000 soldados andinos le hizo frente al enemigo y lo derrotó. Pero la guerra continuaría.
            En plena guerra civil (9/12/1902) se produjo el bloqueo naval de las potencias extranjeras. Entonces se decía que el Imperialismo en función de sus intereses atacaba al gobierno de castro por dos frentes: el bloqueo de los puertos venezolanos por Inglaterra y Alemania que reclamaban secundados por otros países europeos el pago de una deuda de 25 millones de bolívares y la revolución Libertadora que según denuncia del propio Castro había sido financiada por el trust del asfalto con 145 mil dólares y sus instalaciones utilizadas como centros conspirativos y depósitos de armas.
            El bloqueo naval por potencias extranjeras llevó al gobierno a declarar una tregua en aras de la soberanía y la integridad territorial en peligro. De manera que comenzó por reconciliarse con los exiliados y poner en libertad a los presos políticos, entre ellos, el mocho Hernández que terminó abrasándose con castro en medio de la multitud que los aclamaba y dándole pábulo a sus seguidores para que abandonaran el frente revolucionario contra el gobierno.
            El bloqueo naval finalmente solucionado por la intervención diplomática de los estados unidos fue un mal que hasta cierto punto favoreció a castro y decretó el fracaso de la Revolución Libertadora que ya se venía venir por la existencia de múltiples jefes o caudillos que solo aceptaban nominalmente la autoridad del Banquero José Manuel Matos. La última batalla de esta guerra se dio en julio de 1903 en Ciudad Bolívar.
            La última batalla de la Revolución Libertadora vino a darse en este lado del Orinoco, en Ciudad Bolívar. Ya la revolución había dado todo cuanto tenía que dar. El general matos, cansado, decepcionado o apenado por tanta sangre inútilmente derramada, había proclamado la renuncia y llamaba a una rendición desde Curazao. No obstante el General Nicolás Rolando quiso probar suerte jugando la última carta dada la coyuntura que desde hacia meses venía ofreciendo el Estado Bolívar.
            El estado bolívar, gobernado por el general Julio Sarría, estaba defendido por el batallón cordero al mando del general Ovidio Salas y había permanecido fiel al gobierno de castro. Pero el 23 de mayo de 1902 el capitán Ramón Cecilio Farreras se sublevó con 137 soldados y otros oficiales, apoyado desde las calles por un grupo de civiles jefaturados por el general Francisco Constante Gerardino. Farreras se proclamó Jefe Civil y Militar del Estado para secundar la Revolución Libertadora.
            La Revolución Libertadora que había comenzado en el centro de la República en diciembre de 1901 con el alzamiento del general Luciano Mendoza, gobernador del estado Aragua, llevaba año y medio de cruentas jornadas en el centro, oriente y occidente y ya debilitaba, prácticamente descalabrada, se ponía una última jugada.
            Liquidados los reductos de Lara, falcón y Oriente, el general Juan Vicente Gómez, con los ojos fijos al sur, zarpó el 17 de junio de 1903 desde el puerto de la guaira con dos mil hombres de tropa y tres barcos de la armada. En soledad el general Emilio Rivas esperaba con otros 1.500 hombres del gobierno desde el 24 de junio, mes y medio después de haber llegado el General Nicolás rolando a la capital guyanesa.
            Gómez fondeo sus barcos frente a Ciudad Bolívar el 11 de julio, un año luego de haber pasado los vapores de guerra  comandados por los generales  Velutini y Ramón Delgado Chalbaud disparando contra la ciudad. Durantes tres días los mencionados barcos dispararon 1.330 proyectiles derribando casas y edificios públicos y averiando a otros como la Catedral, el Colegio Nacional, el Hospital Ruiz y Mercedes, el Acueducto, Cuartel del Capitolio, la Cárcel y Palacio Episcopal.
            Rolando y Farreras no esperaban ese día la llegada de las fuerzas del Gobierno pues se estaban preparando para invadir los Estados Apure y Guárico intentando un poco la campaña del Centro realizada por el Libertador en 1818. sus planes se derrumbaron cuando se oyeron los primeros cañonazos y las fuerzas de Gómez comenzaron a desembarcar por Santa Ana y marchar luego hasta Cañafístula situando la ciudad.
            Mientras Gómez movía sus piezas, su zamarro pariente el doctor José Rosario García, letrado colombiano que le servía de consejero, parlamentaba con distinguidos personajes de Ciudad Bolívar como el Obispo Antonio María Duran, Luis Brockman, cónsul de Alemania; Jesús Henserson, agente consular de los Estados Unidos y otros  que trataban de evitar el derramamiento de sangre que se veía sobrevenir. La idea de la capitulación tomó cuerpo y se habría firmado si no hubiera sido porque el general castro ordenó a Gómez que el enemigo se a discreción con todas sus elementos de guerra a cambio de las garantías a jefes, oficiales y soldados, excepción de Farreras, quien quedaría sometido a juicio ordinario por el delito de traición.
            Por la no entrega de Farreras fue imposible la capitulación. Monseñor Durán en nombre de Dios suplicó una vez más al Gobierno y Gómez respondió en estos términos: “Así como hay un Dios, yo tomo a Ciudad Bolívar”
            En la madrugada del 19 de julio de 1903 Ciudad Bolívar volvió a sentir el impacto demoledor y retumbante de la artillería gomecista. Los revolucionarios  reforzaron sus puestos en cada frente y rompieron el dique para que las aguas crecidas del Orinoco penetraran hasta la ciudad y la dejaran flotando como isla piramidal desde la cual dispararían durante tres días. El combate fue como recio y sangriento en los frentes El Dique, Santa Lucía, Ojo de Agua, Mango Asao, Cerro La Esperanza, El Obelisco, San Isidro, Cerro El Zamuro, El Cementerio, El Convento, Santa Ana y Los Morichales. 3.500 soldados del Gobierno contra disparando sus fusiles desde tierra y pesada y devastadoras cargas de artillería bombardeando desde barcos maniobrados en el Orinoco fue minando calle por calle hasta enervar la resistencia de los 2 mil hombres jefaturados por Nicolás Rolando. El Cuartel de El Capitolio fue el último en rendirse. En el Hospital Ruiz y Mercedes ya no cabían los heridos y en fosas comunes arrojados soldados y civiles muertos que fueron tantos como en la Batalla de San Félix en abril de 1817. Entonces todo se vio perdido. La diana del silencio empujó lágrimas al río y se oyó esta voz firme y pausada: “Ciudadano Presidente de la Republica  Cipriano Castro. El 21 de diciembre de 1901 salí de la Capital a someter al General Luciano Mendoza, primer alzado contra las instituciones de la República. Hoy, después de cincuenta horas de sangrienta batalla, tengo el honor de poner a su disposición esta plaza, último baluartes de la rebelión. Lo felicito por el afianzamiento de la paz en Venezuela. Detalles irán después. General Juan Vicente Gómez.

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