Historiador,
abogado y político, gobernó al Estado Bolívar desde 1933 hasta la muerte del
dictador Juan Vicente Gómez. Nació en Barquisimeto y fue también Presidente del
Estado Sucre, Ministro de Fomento y Presidente de la Academia Nacional de la
Historia.
El doctor Antonio Alamo era casado con la escritora
Higinia Bartolomé, quien a los pocos días de haber llegado su marido a tomar
posesión del Gobierno, en reemplazo del Ejecutivo encargado, doctor Toribio
Muñoz, escribió esta bella estampa de la ciudad angostureña, publicada en la
revista local “Alondras” de Anita Ramírez:
“Ciudad Bolívar
esta fabricada en una pequeña colina, y vista de lejos me recuerda a Quintamar
de la Sierra. Esta condición topográfica
hace que las calles suban y bajen por todos lados, y la ondulación se comunique
a techos y azoteas, pues no hay dos al mismo nivel y tal irregularidad resulta
pintoresca. No hay la monotonía de las
modernas ciudades tiradas a cordel, siempre llenas, siempre iguales, sino que
lo imprevisto, sale cada momento al paso.
Casas de balcones
sin tener dos pisos, grandes muros y viviendas que parecen
fortalezas circundadas
como están de barrancos o peñones. Puede
decirse que ésta es la ciudad de las azoteas; casi todas las casas rematan en
esta forma y son mucho menos frecuentes los tejados. Azoteas españolas de ladrillos, fuertes,
sólidas y así son las paredes y la
construcción. Las fachadas son
imponentes, severas, pesadas, con sus grandes ventanas, con sus balcones
corridos, con esa austeridad y firmeza que habla de los tiempos en que se
fabricaba con calma, a conciencia sin apuros, ni apremios, porque la vida era
lenta, tranquila, reposada, y con toda parsimonia podían fabricarse paredes de
más de medio metro de espesor, ventana, puertas y barandales, con talladuras
minuciosas, fachadas barrocas, con el amontonamiento de adornos y molduras y
pisos sembrados de huesos o de diminutos ladrillos en caprichosas
combinaciones. Muchas de estas cosas hay
en Ciudad Bolívar y por ello tiene cierto aspecto grave y reposado de antigua
ciudad colonial. No ha entrado aún la
levedad moderna con sus delgadas paredes de adoboncitos y bloques de cemento
armado, con sus platabandas de cemento, sus armaduras de hierro, sus luces y
rejas lisas, sin minuciosidades, escuetas de detalles y que hablan del apuro
del siglo enfermo de impaciencia y rapidez”
El Presidente Antonio Alamo y su esposa se residenciaron
en la Casa donde estuvo preso Manuel Piar antes de su fusilamiento. Allí escribió esa carta reproducida en mayo
de 1933 por la revista caraqueña “El Meridiano” y de la cual extraídos el
anterior fragmento.
Alamo gobernó tres años y, durante ese tiempo, su labor
fue en el campo de la relaciones sociales más pródiga que en el de la
realización de obras públicas. En todo
caso, ella estuvo centrada en mejorar la vialidad del
interior del territorio regional. Ejecutó los
puentes de Guaimire, los Caneyes, Caripito y Matacorumo en la
carretera hasta El Dorado; refacción y decoración del Palacio de gobierno,
estudios preliminares para el nuevo Acueducto de la ciudad capital;
reconstrucción de las avenidas 5 de Julio y 19 de Abril y prolongación del
Paseo Falcón hasta el Dique por el sistema de concreto.
Durante su gestión el Hipódromo fue reubicado en las
inmediaciones del Aeropuerto, una obra del Jockey Club de Ciudad Bolívar,
presidido por Carlos Palazzi, en la cual cooperaron dedicadamente la
Municipalidad y el gobierno regional. En
agosto se abrió la temporada y por primera vez el coso hípico tuvo una Reina:
la Nena Requesens.
En él se presento al deportista italiano Víctor De
Sanctis Patti, quien cumplió en una motocicleta “Guzi” y en
distancia de 19 mil kilómetros, el raid Buenos Aires – Caracas – Ciudad
Bolívar.
Los equipos de Ronde y Béisbol que hasta entonces venían
escenificando sus encuentros en la Plaza del Convento, se mudaron para el Hipódromo
del Morichal que les ofrecía mejor campo y tribuna.
Para complementar la pujante actividad deportiva que
entonces tenía la ciudad, se constituyó la Asociación de Cronistas Deportivas bajo la presidencia de Jorge
Suegart. El gremio lo integraban además,
Paúl Acquatella, Luis Ramón Díaz, Alejandro Machado Pedrique, Oscar Grossmann
Siegert (Don Acíbar) y Antonio León Rubio (El Diablo en Pijama), entre
otros. A su instalación vino de Caracas
el cronista Luis Gandica.
Recién instalado Antonio Alamo en la Presidencia del
Estado llegó de Barcelona (España), la noticia de la muerte de José María
Vargas Villa, famoso escritor colombiano, que estuvo exiliado en Ciudad
Bolívar. Vivió junto con poeta Andrés Mata
en Casa del Congreso de Angostura y editó el periódico “Cabos Sueltos del
Orinoco”.
Mas tarde en (agosto de 1933) se registrara en Caracas
el fallecimiento de un ilustrado guayanés: Régulo Machado, fundador del Colegio
San Agustín en 1890 que luego trasladó a la isla de Trinidad en 1918, donde por
razones de salud debió cerrar en 1921.
Ese mismo año, con motivo de las Bodas de Plata de la
“Rehabilitación Nacional” (19 de diciembre), el Presidente Antonio Alamo
pronunció un discurso en la Piedra del medio en el acto de colocación de la
primera piedra de la Estatua de la Paz.
Nunca pudo ser como tampoco posteriormente el monumento que el
gobernador Luis Raúl Vásquez Zamora pensaba levantar en homenaje a los
descubridores de las fuentes del Orinoco, ni el que el gobernador Luis Goubat
encargó para exaltar a la India del Escudo de Guayana.
No pudo ser, entre otros inconvenientes, porque la
Piedra del Medio de por sí es un Monumento Natural y porque la muerte del
general Juan Vicente Gómez trastornó todos los planes del gomezalato.
El gran caudillo militar falleció en Maracay el 17 de
diciembre de 1935, dos días antes de celebrarse un nuevo aniversario de la
“Rehabilitación Nacional”, lema que marcó su mandato de casi tres decenios.
Nueve días después de la muerte de Gómez que anunciaba
un nuevo status político para Venezuela, el doctor Antonio Alamo se separó del
Ejecutivo Regional y designó Secretario General de Gobierno al general J. M.
Osorio, a quien encargó de la Presidencia del Estado Bolívar. A Luis Rafael Aspino, Director de Política y
José Alcalá, Jefe Civil del Distrito Heres.
Alamo, junto con su esposa Higinia, abandonó la ciudad
en horas del mediodía en un avión de Aeropostal. Lo despidieron en el aeródromo
los coroneles Ángel María Sánchez, Jefe de las Fuerzas Armadas acantonadas en
la plaza y Maximiliano Vásquez, administrador de la Aduana.
El general Osorio, inmediatamente después de haber sido
encargado del ejecutivo, decretó la pavimentación del Paseo El Porvenir así
como el trayecto comprendido entre la Plaza Centurión y el Cementerio; relleno
de la calle Venezuela y construcción de u alcantarillado, desde la Esquina 30
llaves hacia el Este.
12.− Muerte de Gómez
La muerte del
dictador Juan Vicente Gómez, el 17 de diciembre de 1935 coincidencialmente con
el aniversario del deceso del Libertador, suscitó en Ciudad Bolívar
manifestaciones liberalizadas por Lucila Palacios, José María Escalante y
Reinaldo Sánchez Gutiérrez, a favor de las libertades públicas.
Las cosas, definitivamente, comenzaron mal para Juan
Vicente Gómez cuando el nueve de diciembre, en su hacienda Las Delicias de
Maracay, sufrí un ataque de prostatis complicada con uremia.
Los doctores López Rodríguez y Ramón Ignacio Méndez,
médicos de cabecera, nada podían hacer para ayudar al Dictador a ganar su
última batalla contra la muerte y esta noticia que alegraba a unos y amargaba a
otros, se expandió como pólvora encendida en Venezuela.
Eustoquio Gómez, gobernador de Lara, al enterarse comenzó a
conspirar con el coronel Eloy Tarazona, criado y hombre de confianza, a fin de
evitar que el General Eleazar López Contreras, ministro de Guerra y Marina,
pudiera adueñarse del Poder tras la inminente muerte del caudillo.
López Centraras, por su parte, hacia lo propio para
impedir que el destino de Venezuela fuera puesto en juego por una presuntuosa
dinastía familiar encabezada por un gamonal intolerable como don Eustoquio
Gómez. De manera que ante el fuerte rumor, movilizó sus piezas.
Antes quiso sondear personalmente a Eustoquio Gómez y al
efecto lo invitó a Miraflores, virtualmente parta una entrevista de rutina,
pero este cometió la imprudencia de presentarse, tan fuertemente armado, que
alguien, preocupado, trasmitió por teléfono la información de Doña María Teresa
Núñez Tovar, esposa de López, quien se hizo trasladar hasta el lugar de la
entrevista. El asunto, sin embargo, no pasó de allí. Se trataba solo de un exceso de desconfianza
que de todas maneras puso al descubierto lo que temía y traía entre manos el
Gobernador larense.
Se desataron los rumores y Caracas, Maracay y Lara
entraron en un manifiesto estado de tensión que llevó a la Policía de Maracay a
reunirse con la servidumbre de Gómez, a objeto de tomar ciertas previsiones
para evitarlos; sin embargo, no cesaron,
porque era ostensible el movimiento de los cabecillas de la conspiración. Tarazona viajaba de un lugar a otro y
acumulaba armas en la hacienda Las Delicias.
El 12 de diciembre, el general Eleazar López Contreras
viajó a Maracay para observar personalmente el estado de salud de Juan Vicente
y no sólo se dio cuenta de inminencia de su muerte, sino que la hacienda esta
minada contra él.
“Anoche
experimenté una cosa tan grande que me sentir morir. Luché contra la muerte y la vencí. Ahora les toca a ustedes hacer algo por mí”, dijo el enfermo a sus médicos en presencia del Ministro, pero el
dictador tenía 78 años a cuesta y esto complicaba su patología.
El sábado 14, Gómez sufrió un sincope y la gente lo dio
por muerto. Luego, como transcurrían las
horas y oficialmente nadas se decía, comenzaron las especulaciones: “Gómez
estaba mandando después de muerto”. Pero realmente no era sino un
desvanecimiento, un preaviso de la proximidad de su fin, que hizo que Eustoquio
Gómez saliera a la media noche de Maracay rumbo a Barquisimeto para preparar el
asalto.
Al siguiente día, el Indio Tarazona, a quien el
Benemérito había premiado con el coronelato, 75 casas y 5 haciendas, se enteró
por los médicos del estado crítico de su protector. De manera que se fue al
teléfono y previno a Eustoquio Gómez, quien se hallaba en su despacho de la
gobernación de Lara, con el siguiente mensaje: “Prepare usted el machete porque el venado esta listo”.
Esta comunicación tan elocuente en lenguaje llanero
trascendió al despacho del Ministro de
Guerra, quien ordenó preparar la detención de Tarazona y redoblar la vigilancia
sobre los movimientos del gobernador larense y otros familiares del Caudillo,
quienes el 17 de diciembre se presentarían a Las Delicias para presenciar los
últimos momentos del Dictador, todavía lúcido a las diez de la mañana.
“Qué sobre está
ésto” – exclamó luego de ingerir una sopa preparada
por su esposa. Más tarde gritaría: “Eloy, Eloy” pero Eloy Tarazona estaba
a punto de ser detenido. A las doce y
media del día llegó el cura Isaías Núñez para los oficios de la extremaunción y
treinta minutos después el General Gómez a las 11:45 de la noche murió.
“Tronco de hombre.
Hasta la muerte le costó tumbarlo”, exclamó
Eustoquio, que ver que su amado primo dejaba de existir.
El Nuevo Diario, periódico
oficioso de gobierno; El Universal, El
Heraldo, Ahora y La Región,
entre otros rotativos caraqueños, anunciaron al siguiente día el suceso con
grandes titulares, mientras en Ciudad Bolívar el vespertino diario El Luchador
titulaba: Ha muerto el ilustre caudillo de diciembre, Benemérito General Juan
Vicente Gómez. Más abajo, en el
subtitulo, informaban que las exequiales tendrían lugar en Maracay con la pompa
y solemnidad debido a su alta jerarquía.
El ministro de Guerra y Marina, general Eleazar López
Contreras, asumió el Poder y se dirigió a la nación en breve alocución,
calificando la muerte de Gómez de inmensa
desgracia nacional, subrayando la conservación del orden y la paz como
normas inquebrantables del gobierno.
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